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noviembre 6, 2025. metodología

Cómo aprender a leer para investigar

Los cuatro niveles de lectura según Mortimer Adler

Ricardo Garzón Cárdenas – Coordinador Académico – Sílex

Por qué la lectura es el punto de partida olvidado en la investigación
En los cursos de investigación se habla mucho de metodología y epistemología, poco de escritura y nada de lectura. Este es un gran problema. Quien debe empezar, debe empezar leyendo, pero no sabe cómo empezar a leer. Entre los juristas e investigadores jóvenes, esta carencia se nota aún más: saben citar, pero no saben leer.

Leer libros no es lo mismo que saber leer
¿Sabemos leer? La respuesta es un obvio sí, en quienes reconocemos el significado de las palabras escritas (semántica), las podemos relacionar con otras (sintaxis) y entenderlas en su contexto (pragmática). Pero leer libros implica una destreza adicional.

Mortimer Adler advirtió el error de considerar que solo la lectura elemental se debería trabajar en las escuelas, pues esa lectura es suficiente para leer párrafos, no libros. Este señor fue editor de la Enciclopedia Británica: sabía de lo que hablaba. Aunque el propósito de Adler fue mejorar la formación y la cultura de las personas, podemos tomar sus ideas para nuestras cuestiones metodológicas. La confusión entre “leer” y “estudiar” afecta profundamente la investigación universitaria. Muchos leen textos como si fueran artículos de prensa, sin jerarquizar ni dialogar con ellos.

El libro: más comprensión y menos decoración 
Al libro le podemos hacer cuatro preguntas: ¿De qué trata? ¿Qué está diciendo y cómo? ¿Es verdad lo que dice? ¿Por qué es importante este libro? No a todos los libros les hacemos todas las preguntas. Sucede que los libros no merecen el mismo tiempo ni les debemos el mismo respeto. Puede que para comprender más un libro debamos irrespetar al ejemplar.

Muchos tienen en sus ordenadas y simétricas bibliotecas preciosos e inmaculados ejemplares. Los libros son gran decoración, sí. Pero la lectura es una actividad: pasar de comprender menos a comprender más. Así que, si son suyos, ráyelos todo lo que pueda. Sé que es una opinión impopular, pero en mi defensa y la de los míos, creo que podemos hacer una distinción fundamental dentro de la palabra “libro”. Por un lado tenemos la obra, la contribución a la cultura que este representa y, por otro lado, al ejemplar, el objeto físico del que tomamos la información. Obviamente, me parece un crimen estético rayar un ejemplar de una colección única o una edición de lujo. Pero esos libros valdrán solo como ejemplares, no como obras. Si me permite el simil metafísico, el ejemplar es el cuerpo del libro; la obra su alma. Uno se guarda, la otra es un contacto espiritual.

Los cuatro niveles de lectura según Mortimer Adler
Para aumentar la comprensión, Adler marca cuatro niveles de lectura: lectura elemental, lectura de inspección, lectura analítica y lectura paralela. Conocer estos niveles nos permitirá manejarnos entre varios libros en un tiempo limitado. Veamos brevemente cada uno de esos niveles y qué aportan a la práctica investigadora.

1. Lectura elemental: dominar las palabras para liberar el pensamiento
La lectura elemental es la lectura palabra a palabra. Conectamos significados de palabras en oraciones y en párrafos. Se optimiza con más lectura, en dos sentidos: una mayor velocidad del ojo y una comprensión más rápida, producto de un vocabulario más rico.

La lentitud en la lectura se produce por un fenómeno conocido como subvocalización, leer repitiendo en nuestra mente aquello que leemos. Si partimos de la base de que nuestro ojo es mucho más veloz que nuestra lengua, podemos entender la efectividad del truco clásico de poner un lápiz sobre las líneas del texto a una velocidad constante. Con este truco se activa una tarea cognitiva distinta, el ojo se obliga a seguir el ritmo de las palabras, en lugar de quedarse esperando que en la mente se pronuncien. Un truco personal, aunque no creo del todo original, es comprometer la audición. Diversos medios, como lectores electrónicos o procesadores de texto, admiten graduar la velocidad de la lectura de un texto en voz alta. Es una estrategia útil si necesitamos leer un texto completamente, en el menor tiempo posible.

Este aspecto de la velocidad de lectura ha adquirido un interés científico por el cambio de medios físicos a digitales, aquí destacan los conocidos como estudios de “eyetracking“. Los curiosos en esta área, pueden encontrar una panorámica muy completa en Fundeú BBVA. Escribir en internet: Guía para los nuevos medios y las redes sociales (Rústica). Kindle Edition.

Adicionalmente, se lee más rápido si se domina el vocabulario. Un funcionario judicial con algunos años de experiencia puede leer demandas o sentencias con plena comprensión a una velocidad tan sorprendente como la de un adolescente leyendo a Harry Potter. La razón de esta velocidad no radica en la agilidad visual, sino en que su mente puede saltar de palabra a palabra adivinando el sentido de expresiones completas con un muy bajo margen de error. Realmente, está haciendo un juicio intuitivo de probabilidad muy semejante al modo en que funciona una inteligencia artificial de lenguaje generativo. Asocia unas palabras con sus usuales. Podríamos conjeturar que un piloto de aviones de guerra lee cuatro veces más rápido Harry Potter que el adolescente más fanático de esta saga, pero preferiría eyectarse al gélido océano que tratar de leer Ser y Tiempo, de Heidegger.

En el ámbito jurídico, esta lectura sigue siendo decisiva: los conceptos técnicos exigen precisión semántica. En una anterior entrada nos hemos referido a este asunto. Sin vocabulario, no hay comprensión; sin comprensión, no hay pensamiento propio. Y no es ningún secreto que, en un mundo competitivo, debemos aprender a hacer todo mejor y más rápido.

2. Lectura de inspección: seleccionar antes de profundizar
La lectura de inspección es el contacto con la estructura del texto. Se trata de ubicar el tema principal y la distribución de cada uno de los apartados. Para esta inspección, además de hojear, se debe reparar en el subtítulo o el resumen en portada.

La lectura de inspección parece una actividad sin importancia, pero no lo es, sobre todo cuando tenemos poco tiempo para leer muchos libros. Imaginemos un escenario: tenemos tres meses para hacer un artículo decente y estos tienen, al menos, unas treinta referencias bibliográficas. Para obtener treinta referencias útiles, aquellas que valdrían para citar en el texto como apoyo a alguna idea importante por nosotros redactada, tendríamos que ojear unos cincuenta libros. ¿Cuánto tiempo por libro? Se suele recomendar un máximo de quince minutos para un libro de trescientas páginas.

Es decir, si tenemos todo el material, podemos despachar la bibliografía de un artículo en un día. Si descontamos el tiempo de escritura y de corrección (en otro hilo hablaremos de eso), tenemos unos treinta días para leernos treinta libros. ¿Un libro por día? No. Gracias a la lectura de inspección, sabemos que unos libros valen más y nos demandarán más tiempo que otros. Es posible que advirtamos con alta probabilidad que, de esos treinta, veintiséis son desarrollo de lo que se dice en los cuatro importantes. ¡Y aún no hemos leído con detenimiento!

Del mismo modo en que conocemos una nueva ciudad, decidimos hacer un paseo para tener una panorámica. No nos quedamos inspeccionando cada rincón de la primera cafetería que encontramos. Preferimos caminar lo suficiente para ver dónde hay otros cafés y qué otros sitios de interés hay. Es lo mismo. El verdadero investigador no es quien lo lee todo, sino quien sabe qué no merece ser leído.

3. Lectura analítica: comprender, contrastar y criticar
La lectura analítica es la que le haremos a tres o cuatro libros de los treinta que hemos preseleccionado en la lectura de inspección. Ya sabemos que vale la pena dedicarles tiempo, porque plantean las cuestiones centrales de nuestra preocupación.

La lectura analítica supone cuatro pasos: comprender al autor (lo que se propone), comprender los argumentos (lo que dice), utilizar recursos externos (lo que otros dicen de lo dicho) y criticar el texto (nuestras razones para el acuerdo o el desacuerdo).

Conectemos los dos primeros pasos: hay que comprender el problema que intenta resolver el autor y el método que propone, junto con cómo da respuestas al problema por él planteado. Esto es clave: aquí puede estar la diferencia entre lo que promete y lo que hace. Esta divergencia es el principio de una anotación crítica y original de la que luego podrá hacer uso el investigador.

Utilizar recursos externos implica usar ayudas para comprender los términos de la lectura (diccionarios o artículos relacionados) y la crítica o soporte de las ideas del autor, algo que se facilita por las menciones que el mismo autor hace. La crítica, por su parte, es nuestra visión sobre lo analizado. Ya hemos entendido. Ahora sí, al ataque. Dar razones para el acuerdo o el desacuerdo. Podemos afirmar que el autor está equivocado porque está desinformado, está parcializado o tiene incorrecciones lógicas, entre otras razones.

En el Derecho, este tipo de lectura analítica se parece al modo en que un abogado diligente lee una sentencia respecto de la cual quiere interponer un recurso de apelación: atención a las palabras, su contexto normativo y fáctico, las fuentes de sus argumentos y otros aspectos semejantes.

4. Lectura paralela: el salto del lector al autor
La lectura paralela consiste en relacionar las líneas comunes que tienen los libros. Ya casi tenemos la mano caliente para escribir. ¿Por qué? Porque ya no somos estudiantes del libro: estamos en el plano de las ideas. Ahora nosotros organizamos a los autores; somos los maestros.

Veamos, rápidamente, los pasos de la lectura paralela: generación de la bibliografía relevante (con alguna idea ya habíamos quedado desde la inspección), determinación de los temas relevantes en los libros inspeccionados y selección de los apartados más importantes.

Después, buscar el acuerdo o la compatibilidad entre los autores, pues hay veces que los desacuerdos son aparentes, y es buena cosa que nosotros lo mostremos. También debemos formular las preguntas que todos los autores han intentado contestar.

Finalmente, hay que formular las diferencias entre las respuestas que parecen irreconciliables y organizar esas respuestas: ¿por qué son diferentes? ¿Parten de supuestos distintos? ¿Lo que fue un problema algún día, ya no lo es?

Si juntamos estos últimos pasos de la lectura paralela, ya podemos ver nuestro plan de escritura. Entendemos la importancia del tema, el aporte de cada autor a él y estamos listos para expresar una opinión fundada del asunto. ¡A escribir!

Así, podemos ver que leer no es meramente procesar información, es una puerta hacia la mayor comprensión y, con un poco más de trabajo, a la construcción de un mapa propio de sentido.

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